Anunció su retiro del boxeo profesional
Por Roberto Agustin Pettacci
Carlos Monzón anunció su retiro del boxeo profesional el 29 de agosto de 1977 en el Hotel Sheraton de Buenos Aires, pero de la última función del implacable "Hombre de Hielo", ante el colombiano Rodrigo Valdez, en Montecarlo, se cumplen 40 años.
No fue aquella por cierto una de las actuaciones más excepcionales de quien brilló una década en el peso mediano y por ejemplo la revista The Ring considera uno de los 11 mejores boxeadores de todos los tiempos y libra por libra, pero tuvo el descomunal valor de confirmar su grandeza aún en su tobogán, en su otoño.
El 30 de julio de 1977 se consumó el desquite de la pelea que Monzón y Valdez habían sostenido el 26 de junio del 76, también en el principado, una batalla de 15 rounds, muy equilibrada durante buena parte, que el santafecino inclinó en el último tramo con el plus de una caída que por poco no terminó con el colombiano fuera del ring.
La cátedra estaba dividida: por un lado los admiradores de un Monzón que juzgaban inexpugnable y por otro lado quienes deducían que el desgaste del campeón del mundo (casi 35 años, 99 peleas y 13 defensas) habría de corresponderse con la juventud y la vitalidad de Valdez, un toro de lidia de ataque sostenido y corazón bravío.
Desde cierta perspectiva, las dos parroquias tuvieron razón, toda vez que Valdez dio su máximo posible, incomodó al campeón, lo derribó y llegó al décimo round con buenas chances de poner de rodillas a una leyenda viviente y escribir su propia leyenda.
Hasta que en el décimo asalto, una instancia de plata o nada, Monzón sacó de la galera su mejor versión y honró una certera definición que había escrito el periodista Enrique Cherquis Bialo en la revista El Gráfico en ocasión del combate con Emile Griffith en el Luna Park: "hielo en la sangre y fuego en los puños".
Con hielo en la sangre, fuego en los puños y estirpe de campeón entre campeones, Monzón propinó a Valdez una antológica paliza que duró tres minutos, pervive en YouTube y resultó indescontable para un adversario que, justo es subrayarlo, había dado la talla.
¿Cuál era el contexto de Monzón en los meses previos a la pelea de la cual mañana se cumplirán cuatro décadas?
El de un Monzón satisfecho con lo ya conseguido (un reinado de siete años y unos cuantos billetes verdes) y dichosamente envuelto en su tórrido romance con Susana Giménez, que por entonces ni conducía programas de tevé ni daba por vivos a los dinosaurios, más bien se movía como un pez en el agua en su ancho mar de sus curvas voluptuosas: era "la chica shock".
Aun en esas circunstancias, las que su maestro Amílcar Brusa retrató como las de un "Carlos con pocas ganas de gimnasio y muchas ganas de cama con Susana", el larguirucho del barrio La Flecha de San Javier, Santa Fe, perseveró en su destino de gloria y zanjó para siempre el pleito con su última hipótesis de conflicto: una disidencia con Valdez, que rechazó venir a pelear a Buenos Aires, había redundado en que le quitaran la mitad de la corona, la de Consejo Mundial de Boxeo (CMB) y por añadidura tocado el orgullo del Monzón más levantisco.
Levantisco y a la vez cerebral: la caída y un pequeño corte en la nariz resultaron motivos de sobra para que su ego bien orientado madure una decisión que ya formaba parte de su sensación térmica: colgar los guantes y devenir leyenda.
Casi cinco años después, en el verano de 1982, los manejadores de Marvin Hagler acercaron un suculento ofrecimiento para que aceptara medirse con "Marvelous", pero tras entrenarse un par de semanas decidió que no estaba dispuesto a poner en juego su prestigio: "poné que ese negro no me gana ni a palos, yo pelee con muchos Hagler y él con ningún Monzón", declaró a este cronista en una entrevista concedida a Télam en la barra del bar del hotel Rívoli de Mar del Plata.
La última gala del albañil de San Javier que un buen día noqueó a Nino Benvenuti y al tiempo escandiló al mismísimo Alain Delon brilló en París, y se convirtió en invencible en el rango de los hombres de 72 kilosy medio, y vapuleó al presunto cuco Mantequilla Nápoles, fue el 30 de julio de hace 40 años, para rubricar una foja excepcional: su serie de 80 peleas sin derrotas es una de las seis mejores del boxeo de todos los tiempos.
Roberto Agustin Pettacci
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